La campaña emocional, mucho más efectiva que la racional, pero no es la mejor tampoco, es el punto medio. Una campaña emocional funciona a la perfección en momentos de estabilidad donde efectivamente el elector quiere en el poder al candidato que le agrade más, el problema es que los momentos de estabilidad suelen ser pocos. Todos hemos conocido a alguien que votó porque el candidato se le hacía más atractivo o más carismático, o porque en su discurso tocaba ciertas sensibilidades, incluso si su plan de gobierno o equipo no fueran los mejores.
La campaña emocional se basa en construir una narrativa en torno al candidato de tal forma que este queda en segundo plano y el punto fuerte recae en las emociones que es capaz de despertar. Desde emociones sencillas como la simpatía a otras más complejas como el cariño genuino o la empatía, el punto es que los lectores se vinculen con el candidato a un nivel mucho mayor que lo que haría solo conociendo sus propuestas y trayectoria. La imagen y mensaje se construyen con intención de que el electorado encuentre elementos con los cuales identificarse y generar así una relación mucho más cercana y personal.
La forma más fácil de entenderlo es poniéndose en la situación de tener a un amigo como candidato, incluso si las demás opciones son objetivamente mejores, la mayoría de personas preferiría votar por su amigo. Incluso durante mis clases, cuando hemos hecho simulacros electorales, algunos alumnos han sabido decirme “no es justo, no va a ganar quien lo haga mejor, ganará el que tenga más amigos”, y tienen toda la razón, el tema es que en la vida real también es así, negarlo solo sirve para perder campañas.
Esta frase de “yo no vine aquí a hacer amigos” aquí no aplica, el candidato está para hacer amigos en toda su magnitud, por eso donde se explota más estas campañas es en la modalidad de tierra. El estar en contacto directo con la gente, hablarles, comer con ellos, es la forma más efectiva de crear una relación que por lo menos se sienta cercana. Interactuar con el mayor número posible de votantes y mostrarse interesado y preocupado por sus problemáticas, reconocerlos, conectar y expresar las habilidades de liderazgo en vivo y en directo. Por televisión o redes sociales difícilmente se va a lograr ese tipo de cercanía.
Igual se puede explotar en otras modalidades, pero con menos fuerza. En aire se puede hacer alarde del carisma en interacción con entrevistadores u otros candidatos, también se pueden televisar los meetings, actividades o eventos de caridad donde asista el candidato para dar este mensaje de involucramiento con el pueblo. En las redes sociales se pueden hacer videos en vivo donde se interactúe a distancia y compartir fotos y videos de las interacciones en persona, siempre acompañado de una edición que permita explotar este factor emocional.
En muchas ocasiones, la emoción y el carisma darán una fuerte ventaja, pero no serán suficientes para ganar una campaña, esto porque las emociones negativas tienden a ser más intensas en el lectorado que las emociones positivas. En otras palabras, si bien la campaña emocional es muy efectiva, no es infalible. Esto no quita que la narrativa y la cercanía con los electores pueda marcar una notable diferencia, por lo que factores como la imagen, la oratoria y el discurso no pueden ser dejados al azar, es trabajo del consultor no dejar cabos sueltos y permitir que se explote todo el potencial.
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