Las operaciones psicológicas y el gobierno en la sombra
Mis estrategas, hoy toca algo un poco diferente. Durante una charla de colegas surgió un debate sobre mi artículo de Trump y la campaña perpetua, especialmente sobre su discurso del Estado Profundo. Siempre procuro darle a mis notas un enfoque práctico y esta no va a ser la excepción, sin embargo, el objeto de análisis ya no es un gobierno o una campaña, sino un elemento del discurso.
La importancia del mensaje y cómo logra influir en la población es información de mi libro y curso sobre el poder de la oratoria e imagen política, después de todo, cada cosa que exprese un político termina convirtiéndose en parte de su imagen, incluso los elementos menos convencionales.
Primero, ¿a qué me refiero con “estado profundo”? Edward Bernays habló sobre el concepto de un “gobierno invisible” en su libro de 1928 titulado “Propaganda”, aquí argumentó que en una democracia moderna, el poder no reside únicamente en el gobierno elegido por el pueblo, sino también en una red de individuos y organizaciones que trabajan detrás de escena para influir en la opinión pública y en las decisiones políticas. Esto sería el llamado “gobierno invisible”.
Woodrow Wilson habló también, a través de su libro “The New Freedom”, sobre la existencia de grupos de personas ocultas que tienen la intención de dominar a un gobierno mediante el sistema financiero.
A pesar de la falta de pruebas, es evidente la creciente popularidad de esta creencia, posiblemente a raíz del desarrollo tecnológico y la profunda desconfianza en las estructuras de poder y los estados, sin mencionar a los medios de comunicación y las figuras públicas.
En este sentido, ¿de qué manera podría relacionarse el Estado Profundo con el discurso y la imagen? Sencillo, en cómo la mención de esta teoría puede activar el miedo en las personas, recordando que el miedo es la emoción que mueve más estómagos, esto es algo que se estudia también en el curso de operaciones psicológicas.
El estado profundo como discurso de líderes políticos
Por lo general, los líderes del mundo suelen desmerecer esta teoría y buscan principalmente que la ciudadanía confíe y legitime las estructuras de gobierno a las cuales ellos pertenecen, no obstante, se utiliza bastante para desacreditar gestiones o generar fracturas en la población.
Uno de los primeros casos conocidos es el de Kennedy, este habló sobre la importancia de la transparencia y la rendición de cuentas en la democracia, en su discurso sobre secretos y sociedad libre en 1961. Afirmó que “el gran enemigo de la verdad no es la mentira, sino la convicción obstinada, la mentira que se ha convertido en convicción, y la mitología que ha crecido alrededor de ella”.
Sí queremos mencionar a otras figuras: Jair Bolsonaro, expresidente de Brasil, culpó al foro de São Paulo de haber saboteado las elecciones para que él no pueda ser el líder político otra vez, y de buscar someter a toda Latinoamérica al socialismo. Giorgia Meloni, primera ministra de Italia, sostiene que las élites financieras quieren acabar con la cultura cristiana. Por último, Vladímir Putin siempre hace mención a un grupo de Poder que busca deslegitimar su mandato.
El caso que originó esta idea: Trump, quien ha utilizado la idea del “Deep state” en Twitter para referirse a una supuesta conspiración de altos funcionarios del gobierno, burócratas y otros individuos que operan en las sombras para sabotear su presidencia y sus políticas.
¿Estado profundo o inteligencia?
De lo anterior podemos identificar varias estrategias: sembrar el miedo hacia agrupaciones amenazantes (como en el caso de São Paulo), deslegitimar, construir la narrativa de víctima de sabotaje, entre otros. Ahora, ¿es acaso imposible que con cierto poder adquisitivo o de influencia se pueda generar este escenario? En realidad no.
El estratega discrimina entre una teoría de la conspiración y una élite del poder que utiliza los métodos especiales de inteligencia para la dominación, dígase operaciones psicológicas. Si quieres saber más de esto puedes verlo en el curso que dicto con el Ex oficial de la CIA Ron Aledo y el criminólogo Diego Miranda.
Es perfectamente posible que haya sabotaje a campañas o gestiones, y que grupos políticos tengan objetivos de expansión o de adoctrinamiento, sin embargo, no hace falta que sea una sociedad secreta de orden mundial o que operen por encima de todos los poderes conocidos.
Se puede criticar desde una perspectiva moral el secretismo en estas operaciones, pero eso no hace que dejen de ser parte del sistema, lo cierto es que hay conflictos de intereses en todos lados. Hay medios de comunicación comprados, tratos bajo la mesa, poderes que buscan tumbarse a otros y presidentes electos que no confían en su propio servicio de inteligencia, es natural.
Lo que diferencia todo esto de una teoría de conspiración mundial (sin desmerecer su utilidad en asustar a la gente) es que no están confabulados, para eso tendrían que tener un interés homogéneo y el ser humano es la criatura más egoísta del planeta. Seguro hubo sabotaje en algún momento, quién podría dar certeza de que no, pero cada uno se movió por su lado.
En conclusión, el discurso de las conspiraciones siempre tendrá una utilidad psicosocial, pero es poco convincente a largo plazo (por falta de pruebas) y es mucho más útil estudiar las operaciones encubiertas específicas que sí podrían realizar grupos con intereses igual de específicos y que son mucho más reales y peligrosas a nivel organizacional y de gobierno.
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