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Políticos y comida

Un análisis sobre cómo la interacción con la comida puede afectar la campaña

Hace pocos días hubo una conversación divertida en mi clase del curso internacional del consultor político, una alumna trajo a mención el caso de un político peruano que cayó rotundamente en las encuestas hace un par de procesos electorales, aunque estaba entre los primeros, Alfredo Barnechea. Para los que no sean de Perú, los pongo en contexto, Barnechea seguía el arquetipo de candidato de pueblo, y le estaba yendo muy bien hasta que un día, mientras estaba siendo grabado, rechazó un chicharrón en la calle de forma aparentemente grosera.

Algo que yo siempre repito es que los candidatos deben estar muy atentos a los aspectos que tocan sensibilidades en los votantes, y la comida en Latinoamérica y el mundo es un aspecto que definitivamente toca sensibilidades, si no miren cómo reaccionan los italianos cuando se les menciona la pizza hawaiana, o por dar un ejemplo de mi patria, un peruano cuando alguien dice que no le gusta el ceviche. Tomarse este aspecto de forma despreocupada puede no ser muy perjudicial si naturalmente tus hábitos alimenticios coinciden con la imagen que el candidato quiere construir, pero de no ser el caso… puede ser muy perjudicial.

En este análisis no vengo solo a señalar el trágico error de Barnechea al rechazar ese chicharrón frente a las cámaras, sino a contarles como esta interacción con la comida afecta la percepción de los votantes. Como consultores es indispensable que tengamos estos aspectos en cuenta, ya está casi estandarizado que mostrar al candidato comiendo es una forma de generar cercanía y humanizarlo, pero él qué sé cómo, el cómo se come y hasta la actitud mientras se come, todo afecta el mensaje y la percepción del mismo, incluso solo mencionar la comida puede tener consecuencias.

En primer lugar, es importante destacar que la comida puede ser un elemento de conexión entre los candidatos y los votantes. Cuando los candidatos se muestran comiendo, están demostrando que son personas normales, como cualquier otra, esto ya lo había mencionado. Al compartir una comida con los votantes, los candidatos pueden establecer una conexión emocional con ellos. La comida puede ser una forma de comunicación no verbal que puede ser más poderosa que las palabras, compartir el espacio de comida da una percepción de horizontalidad con la que el votante es invitado a ponerse a la misma altura y crear una relación mucho más personal con el candidato.

Además, la comida también puede ser utilizada como una herramienta de marketing. Los candidatos pueden elegir cuidadosamente qué alimentos comer y dónde comerlos para enviar un mensaje a los votantes. Si un candidato come una brocheta de carretilla, o para ir con la temática, un chicharrón, está enviando el mensaje de ser una persona cercana a la gente, que comprende sus necesidades y preocupaciones. Al contrario, si un candidato come en un restaurante de alta cocina, puede estar tratando de enviar el mensaje de ser sofisticado y con buen gusto, no genera cercanía; pero, tampoco es algo malo, solo que es otro tipo de mensaje destinado a otro tipo de público.

Ahora lo que nos interesa es cómo esto puede ser perjudicial para los candidatos. Si un candidato rechaza la comida o es quisquilloso, como el caso de Barnechea, está enviando el mensaje de falta de empatía, elitismo y falta de conexión, sin mencionar que puede interpretado como un acto de superioridad, como que esa comida (que comen todos) no está a “su nivel”. Lo mismo pasa con la comida local en las campañas de tierra, los votantes quieren sentir que su cultura es valorada, si en Latinoamérica un candidato quiere visitar las regiones amazónicas, pero no está dispuesto a comer los manjares de la selva, mejor que no vaya.

Aunque no estoy seguro de qué sería peor, el rechazo o una expresión de asco, en cualquiera de los casos, es mejor evitarse el problema, si el candidato va a comer, que lo disfrute. El cómo se come y la actitud mostrada también se presta a interpretaciones. Si un candidato muestra un gran apetito por la comida servida, esto puede ser interpretado como un signo de entusiasmo y energía. Los votantes pueden percibir a este candidato como una persona enérgica, con una gran pasión por la vida y con un gran compromiso con su trabajo. Por otro lado, si un candidato come con poca energía o muestra poco interés por la comida, puede ser percibido como una persona apática y sin pasión.

Otro ejemplo interesante de cómo la comida puede afectar la campaña de forma negativa es una anécdota con la ex candidata a la presidencia de los Estados Unidos, Hillary Clinton. Durante una entrevista en un programa de radio afroamericano, Hillary afirmó llevar salsa picante todo el tiempo en el bolso. Fuera de conectarla con los electores afroamericanos, el comentario fue visto como una táctica desesperada para conectarse con los votantes afroamericanos y fue ridiculizada en las redes sociales. En este caso, la razón por la cual la estrategia falló fue por sentirse forzada, otro hubiera sido el caso si solo la hubieran visto pedir salsa picante en un restaurante despreocupadamente.

En definitiva, la comida es un aspecto importante a tener en cuenta en las campañas electorales. Los candidatos deben elegir cuidadosamente los alimentos que consumen y la forma en que los consumen, ya que esto puede tener un impacto significativo en su imagen y en la percepción que tienen los votantes de ellos. Es fundamental que los candidatos sean auténticos y honestos en su relación con la comida y eviten mostrar actitudes negativas o forzadas. Si se hace correctamente, la comida puede ser una herramienta efectiva para generar empatía y cercanía con los votantes, pero si se hace de manera descuidada o poco estratégica, puede tener el efecto contrario. 

Como consultores aconsejar correctamente a nuestros candidatos sobre estos aspectos aparentemente sin importancia puede marcar significativamente la diferencia entre ser el favorito de las encuestas o terminar siendo tachado de hipócrita y siendo obligado a abrir la campaña comiéndose un pan con chicharrón (lo siento, este caso me parece muy divertido). Así que ya saben, muchas gracias por leer y nos vemos en las siguientes publicaciones.

Para más información no dejen que se pase el siguiente curso internacional del consultor político, estén atentos a las redes de Goberna.

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