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Irak y el Papa Francisco: La gira de Medio Oriente para «salvar» el Cristianismo

El Papa Francisco inició este viernes un arriesgado periplo en Irak -el primero desde que surgió la pandemia de Covid19- que él mismo calificó como un «viaje emblemático y un deber hacia una tierra martirizada durante años».

El Pontífice llegó a la capital iraquí un poco antes de las dos de la tarde y fue recibido por el primer ministro Mustafa al-Kadhimi y un variopinto grupo de locales ataviados con los trajes típicos de una nación conocida antaño por su diversidad de culturas y creencias.

El jerarca católico se reunió después con el presidente iraquí, Barham Saleh, quien defendió la necesidad del retorno de los cientos de miles de cristianos que han huido del país. «No podemos imaginar un Oriente (Próximo) sin cristianos. Son los dueños de esta tierra, su sal», dijo el dirigente kurdo.

Irak tenía cerca de 1,5 millones de cristianos antes de la catastrófica invasión que promovió Estados Unidos -con el apoyo de España- en 2003, una decisión que sumió al país en el caos, la guerra civil y que propició la aparición del radicalismo islamista. Ahora, tras sufrir el acoso de los fundamentalistas, los cristianos son sólo unos centenares de miles, agrupados en su mayoría en las regiones norteñas.

El máximo jefe de la iglesia caldea en Irak, el cardenal Luis Rafael Sacco, estimó que en estos años más de 1.200 cristianos han sido asesinados en Irak y 58 iglesias han sido destruidas o han sufrido atentados.

Según la fundación «Ayuda a la Iglesia en peligro», sólo han vuelto 36.000 de los 102.000 cristianos que se fueron de la provincia norteña de Nínive y un tercio de ese pequeño grupo ha manifestado su intención de abandonar el país ante la precaria situación económica y de seguridad que enfrentan.

Los propios religiosos cristianos recuerdan que los miembros de su comunidad distan mucho de ser los únicos que han sufrido las consecuencias de todos estos años de violencia en los que cientos de miles de musulmanes murieron o durante la invasión o a manos de los múltiples grupos armados que surgieron posteriormente, incluidos los radicales del Estado Islámico.

El Pontífice se refirió de hecho a otra comunidad, la yazidí, cuyas penurias exceden de largo las que atesoran el resto de las confesiones locales. Francisco rindió un homenaje a estas «víctimas inocentes de atrocidades brutales y sin sentido, perseguidos y asesinados por su religión, cuya misma identidad y supervivencia se encuentra en riesgo».

«Es necesario que nadie sea considerado ciudadano de segunda clase», agregó.

En un país azotado durante décadas por la violencia, especialmente desde la catastrófica invasión que sufrió en 2003 -que provocaría una sangrienta guerra civil y el auge del Estado Islámico-, el Pontífice exigió delante del jefe de estado iraquí que «callen las armas» y que «cesen esos intereses externos que son indiferentes a la población local».

Estas últimas palabras tienen una especial resonancia en un Irak que se ha convertido en escenario donde se libra una pugna soterrada entre Irán y Estados Unidos, que mantiene 2.500 soldados en el país dentro de una coalición internacional destinada a mantener el acoso al Estado Islámico y formar al ejército local.

La creciente pugna que se registra entre este contingente y las milicias proiraníes -que se había convertido en una de las múltiples amenazas que puso en riesgo el desplazamiento del Papa- sufrió un breve respiro cuando la misma agrupación responsable del ataque contra una base en Erbil que mató a un contratista del ejército norteamericano el 15 de febrero anunció un cese el fuego durante la estancia de Francisco «como señal de respeto hacia el Gran Ayatolá Ali Al Sistani».

«Somos árabes y honramos al invitado. Le damos la bienvenida al Papa. Usted es un hombre decente y si su visita se hubiera realizado antes, cuando las mujeres y cristianos fueron capturados, cuando la tercera parte de Irak cayó en manos del IS, hubiera tenido un mayor impacto entre los que sufren», aseguró el movimiento armado en un mensaje difundido a través de las redes sociales.

Sin embargo, este anuncio contrasta con la información publicada en el diario iraní Kayhan que indicó que los ataques con cohetes contra los uniformados de EEUU se incrementarán en los próximos días.

En este mismo sentido, formaciones pro iraníes como Hizbulá, Sayid al-Shuhada o Asaib ahl al-Haq prometieron el jueves continuar su campaña de acoso a las que calificaron como «fuerzas de ocupación».

«Estamos ante una nueva fase en la que las armas de la resistencia alcanzarán todas las bases de las fuerzas de ocupación en cualquier parte de la patria. La resistencia tiene el derecho legal y el apoyo popular para hacerlo», advirtieron.

«Las milicias mantuvieron una especie de tregua durante dos meses hasta que Biden asumió la presidencia. Ahora le están mandando un mensaje. Llevan cuatro ataques en 20 días. Quieren forzar la negociación con Irán y ver cómo reacciona», opinó Raed Hamed, un investigador iraquí especializado en grupos armados.

Según Hamed, las formaciones armadas vinculadas con Irán son más de 40, aunque las más fuertes -incluida Hizbulá, entrenada por la formación libanesa del mismo nombre- no superan la media docena. «El resto son grupos pequeños», puntualizó.

Toda esa nebulosa apoyada por la Guardia Revolucionaria de Irán mantiene una fuerza de más de 160.000 combatientes, estimó Hamed.

La embajada de EEUU en Bagdad lanzó una alerta el viernes en la que advertía de la inminente «amenaza de ataques con misiles o drones contra civiles y otros objetivos en Irak», asociando este peligro «significativo» a grupos «apoyados por Irán».

Durante su encuentro con el Pontífice, el presidente iraquí, Saleh también se refirió indirectamente a este conflicto y dijo que espera que «Irak sea el escenario de la armonía y la cooperación entre los países de la región, un pilar fundamental de un sistema regional basado en el respeto de la soberanía. Rechazamos que sea el escenario de conflictos y rivalidad».

Por la tarde, Francisco acudió a un encuentro con la reducida comunidad cristiana que permanece en la capital iraquí. Una cita que se desarrolló en la tristemente célebre catedral sirio-católica de Nuestra Señora de la Salvación, escenario de la masacre de 47 personas a manos de Al Qaeda en 2010 -por eso la apodan la «iglesia mártir»-, un evento que aceleró la huida de miembros de esta fe de Irak, que después se convirtió en fuga masiva tras la ofensiva del Estado Islámico en 2014.

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