Inspirada por los levantamientos en otros países por la llamada “Primavera Árabe”, el 15 de marzo de 2011 inició una manifestación a favor de la democracia en la ciudad siria de Deraa. Desde entonces, durante 10 años, Siria ha caído en “una espiral de destrucción y derramamiento de sangre”, tal y como menciona el secretario general de la ONU, Antonio Guterres.
Para aplastar la disidencia en Deraa, el gobierno sirio uso la fuerza y estallaron protestas en todo el país para exigir la renuncia de Bashar al-Asad. La violencia aumentó rápidamente. Los partidarios de la oposición tomaron las armas y el país entro en una sangrienta guerra civil, la cual se vio exacerbada por el surgimiento de numerosos grupos rebeldes. Posteriormente, potencias extranjeras comenzaron a elegir bandos y aparecieron grupos extremistas como Estado Islámico.
En su décimo aniversario, el conflicto se ve lejos de terminar. Desde su inicio han muerto 387 mil personas hasta diciembre de 2020, según datos del Observatorio Sirio para los Derechos Humanos. La cifra no incluye a 205 300 personas reportadas como desaparecidas, lo que resulta en un número mayor a 500 000 víctimas por la guerra.
Asimismo, más de la mitad de la población siria antes de la guerra (22 millones) tuvieron que huir de sus hogares. De acuerdo con datos de Acnur, la agencia de la ONU para los refugiados, 6.7 millones de personas son desplazados internos y otros 5.6 millones se encuentran como refugiados en el extranjero.
Junto a ello, la ONU estima que el 90% de la población vive bajo el umbral de la pobreza y que 13.4 millones de personas necesitan algún tipo de asistencia humanitaria, ya que el precio de la canasta básica ha aumentado un 236% desde el inicio del conflicto.
Aún no se sabe cuando terminará esta guerra, pero los actores de esta coinciden en que se requiere una solución política. Las rondas de conversaciones mediadas por la ONU no han logrado avances. Parece que el presidente al-Asad no está dispuesto a negociar con los grupos políticos que piden su dimisión. De esta forma, luego de una década, el gobierno ha recuperado el control de las ciudades más grandes del país, pero la parte norte aún está ocupada por los rebeldes.