Una pregunta que se hacen los candidatos políticos tradicionales (surgido solo en épocas electorales), cuyas campañas se basan en el poder económico que despliegan, estos, hasta ahora no se explican cómo ha hecho Pedro Castillo (profesor rural), para ganarles con un partido político pequeño y provinciano.
De los 18 candidatos que participaron del proceso electoral del 2021-2026, los procedimientos de las campañas altamente millonarias no fueron de lo más equitativo que digamos ¿Por qué los que más derrochaban recursos en propagandas y desplazamientos no ganaron? ¿Cómo es que se presentó cada candidato con sus propuestas que no lograron calar en la conciencia de los electores?
Recuerdo que, al inicio de la primera vuelta, conversábamos entre amigos, algunos ya defraudados de candidatos que prometieron de todo y al llegar a ser presidente fueron devorados por la corrupción ¿cómo creer en lo mismo en cada quinquenio?, mis amigos más bien deliberaban entre el “voto viciado”, en “blanco” o el “ausentismo”. Personalmente nunca me gustó ninguna de estas opciones, considero que, para no caer en lo mismo, en un proceso democrático, si se gana o pierde hay que asumirlo con dignidad y abordar lecciones aprendidas que haga pedagogía política en la conciencia ciudadana del futuro.
Pero tampoco estaba seguro y menos convencido de los candidatos que se presentaban omnímodos, como si no supiéramos cómo preparan el cebo en perol caliente para hacer resbalar a los incautos sin conciencia política. En las conversaciones cotidianas con los amigos, que no se decidían, veíamos el sentido y direccionalidad que iba teniendo las encuestadoras, constituidas en espejismo para los primeros cinco candidatos; restando expectativa a los que consideraban relleno, peor todavía, sin dar ninguna chance a las relegadas organizaciones de izquierda. Los candidatos promovidos por las encuestadoras no eran los que deseábamos como nuestros representantes ¿Qué queríamos?
Decidimos, por cuenta propia, revisar las hojas de vida de los 18 candidatos y no había nada espectacular con respecto a su rol político con las demandas del pueblo: acosado por la pandemia del COVID 19 y los altos costos de los medicamentos más la deficiencia que tienen las estructuras de la salud pública; sector, incapaz de asumir el control que evite la pérdida de vidas humanas, aunado a ello, la falta de empleo e ingresos económicos paupérrimos. Escenario real olvidado (la mayoría de candidatos, si no todos), solo exponían generalidades demagógicas como siempre. Por lo mismo, no teníamos claro las contradicciones de los candidatos, estos, reclamados entre lo programático y la actitud del postulante mismo, desplegaban mucha duda: no se veía solides del partido con bases integrales y trayectoria de lucha por los intereses del pueblo. Los discursos políticos tenían más de oportunismo electoral.
La mayoría de candidatos poseían algo que los relacionaba con cuestionamientos a su actitud política y vínculos nada serios. De todos, observamos que el candidato Pedro Castillo Terrones, de predominancia andina y profesor rural, sin experiencia política, solo era conocido como activo dirigente sindical, políticamente estaba “más limpio”. Su partido político Perú Libre, era poco conocido a nivel nacional, es más, para las encuestadoras no existía (lo metieron dentro del anonimato de “otros”); los medios de comunicación no le daban cobertura política, salvo la propaganda electoral autorizada por la ONPE, después lo hacían invisible, con la intención de no ser conocido en las zonas urbanas.
En esas fechas, de difusión electoral de la primera vuelta, a la televisión comercial se le escapó algo más de 30 segundos en una muestra de la campaña electoral de Pedro Castillo en Huancavelica, aquí se le vio con sombrero cajamarquino a paso ligero y detrás, una enorme cantidad de gente entusiasmada y motivada por el eslogan: “No más pobres en un país rico”, “palabra de maestro”. Para la gente de las zonas rurales lo que dice el profesor influye mucho poder en su interlocutor. Entonces, en el comentario nos preguntamos ¿quién es Pedro Castillo? Solo encontramos como respuesta: un profesor rural multigrado, pequeño agricultor y activo rondero de su comunidad, fue dirigente sindical magisterial. Este educador primario, en el 2017, lideró la huelga masiva de los profesores con extraordinaria movilización a nivel nacional, se veía que tenía experiencia popular al enarbolar las demandas reivindicativas de un sector importante de la población. En ese momento, sin definir si era de izquierda, derecha o centro, al unísono exclamamos ¡¡eh aquí el candidato que le vendría bien al bicentenario, su propuesta de cambio coincide con las necesidades de desarrollo de nuestro país!! Su liderazgo en el gobierno, podría recuperar la presencia del hombre peruano que viene del ande y devolver justicia social a los desposeídos.
A partir de estas movilizaciones que se daban tras el paso de Castillo por los pueblos andinos, recién la televisión comercial lo empezó a mirar con interés para trazar su estrategia de denostarlo, porque los resultados que tenían las encuestadoras de los cinco primeros era más de las zonas urbanas (principalmente la capital limeña) y no rurales. Buscaron que entrevistarlo y cuando lo lograron ponían la cámara en picada y con imágenes oscuras y sonido ruidoso, no se le entendía bien lo que decía, como sí ocurría con los candidatos preferidos por el statu quo.
Este escenario nada correcto, dio más empatía en el candidato profesor al que veíamos siendo discriminado, luego me entere que este efecto también lo sintió mucha gente que empezaron a solidarizarse con un candidato que venía de las canteras de los campesinos y las zonas desposeídas. ¿Qué propone? Nada nuevo en relación a lo que también proponía las otras dos organizaciones de izquierda que igualmente estaban en competencia, pero a la prensa y sus encuestadoras “que todo lo saben”, ya olfateaban peligro para sus candidatos; entonces, empezaron a denostar su aspiración. Primero pretendieron hacerlo enfrentar entre las organizaciones de izquierda: “la candidatura de Castillo está dividiendo y debilitando a la izquierda”; luego, hacerlo ver como un incapaz: “no está preparado para asumir un alto cargo, no tiene el perfil para ser presidente de la Republica”.
En las entrevistas televisivas, le preparaban la “camita” para que caiga y se burlen de sus conocimientos, así fue la pregunta “mañosa” sobre ¿qué es “monopolio”? y a partir de ahí calificarlo subjetivamente: “bruto”, “ignorante”, “burro”, etc. Esta situación manipulada por los medios de comunicación lo único que consiguió fue afianzarlo más en las raíces del pueblo que se sentía identificado con el mismo perfil de su candidato. La diatriba de la prensa no hizo perder espacio, al contrario, se notó abuso y soberbia del periodismo que lo ninguneaba en una campaña demoledora (nunca antes vista). El candidato en sí mismo tenía algo que atraía a la gente, no era sobrado ni se le veía egocéntrico, se notaba, más bien: Sencillez y humildad en su quehacer político y relativa firmeza en sus propuestas, esto último dio lugar a que lo motejen como “falta de carácter”, para luchar contra la corrupción y la delincuencia organizada.
Entonces nos preguntamos ¿Quién será el presidente del Bicentenario? ¿habrá alguien “limpio” políticamente que se merezca ser el líder o lideresa del bicentenario? ¿Quién se merecerá ese capítulo de nuestra historia que no sea repetitiva sino de cambio verdadero para el inicio del tricentenario? ¿hay todavía esperanzas de no ser carcomidos por la corrupción? La respuesta a estas preguntas nos llevó a discernir entre los cinco primeros candidatos y los que andaban por la cola, decidimos por Pedro Castillo no como el “mal menor”; sino como la alternativa a un bicentenario que tuvo en el poder a organizaciones políticas ya conocidas cuyos resultados nos llevó a lo que la mayoría de hoy pide cambiar. Un candidato con origen propio venido desde el ande y por primera vez, en nuestra historia, con un profesor rural que se nutre como la alternativa más viable. Esa decisión que tomamos fue más fuerte que la que significaba el partido Perú Libre, que lo llevaba como aspirante a la presidencia de la república; esto es, primero nos fijamos en la persona y luego en el partido que lo presentaba como su candidato.
Castillo gano la primera vuelta, dejando atrás a 17 candidatos, pero, al no haber llegado a pasar el 50% de los votos a nivel nacional, tenía que ir a la segunda vuelta. Esta vez, la campaña política en contra de su candidatura fue feroz, este candidato solo tenía a su favor las redes sociales, después todos los medios de comunicación lo vilipendiaron (acción que sigue dos meses después de haber asumido la presidencia de la república).
En esta contra campaña, que venía de las clases dominantes, sus opositores le dijeron de todo, con el propósito de mellar su candidatura; sin embargo, al contrario, Castillo se afianzo más en los sectores decididos a votar por su candidato que ya había entrado a la conciencia de la gran mayoría del pueblo identificado con el profesor de sombrero cajamarquino, más aún, porque enarbolaba las demandas del pueblo postergado (unido a ello), el cambio de la Constitución Política del Perú, de 1993, causante de todos los males que padecía actualmente la gran mayoría de peruanos.
La ONPE otorgo una subvención de 12 millones de soles para la franja electoral de la segunda vuelta (6 millones para cada candidato), esto fue para los medios de comunicación; sin embargo, se notaba mayor difusión de la candidata contrincante que de Castillo o probablemente lo difundían en horario de menor audiencia.
En resumen, vimos cuatro aspectos que resaltaron en la campaña electoral del profesor Pedro Castillo Terrones y que influyó en sus electores, seguro habrá más (orientado por sus asesores), pero lo que nos llamó la atención fueron estos:
- Carisma personal del profesor Castillo, dibujada en cuadro sublime como cuando un profesor se acerca con cariño a sus alumnos. El carisma en Pedro Castillo es un don innato, con su sombrero a cuestas destacaba en cualquier multitud causando una buena impresión como candidato del pueblo. A Castillo se le nota un carisma más de bondad que de autoridad. Por sus palabras y condición de profesor inspiró confianza. En cambio, a los otros candidatos se les notaba una personalidad dura, impositiva y fabricada.
- Actitud positiva. En este aspecto, en toda su campaña, se le noto tener una actitud ganadora con mucha humildad, a pesar de la andanada de adjetivos con la que lo motejaban, no perdió la ecuanimidad. Por donde iba la multitud se convocaba sola, porque quería verlo y decirle que no sea como Ollanta que no pudo ni siquiera bajar el balón de gas al precio de 12 soles que el mismo ofreció. Los pobres del Perú, que electoralmente son la mayoría, cerraron filas con su candidato y la animadversión de la clase dominante, no pego y cayo por su propio peso.
- Discurso basado en las demandas del pueblo. Un contenido matizado con la posición personal y lo programático de su partido. El ideario político de Perú Libre no aparecía como tal en su discurso, este, se asemejaba más a propuestas reivindicativas de corte sindical levantando las banderas de las grandes angustias de los pobres del Perú y la forma cómo la corrupción atrapo todo el segmento social, económico y político, situación angustiante que necesita de cambios verdaderos. Esta posición fue copiada por sus adversarios políticos que empezaron a discursear proponiendo cambios. La arremetida de Castillo contra los responsables de la pobreza removió todos los cimientos de la sociedad marcada por la corrupción. Entonces, su propuesta democrática para erradicar de raíz todos los males venía del cambio de la Constitución Política del Perú de 1993. Nueva Constituyente era el reclamo mayoritario que la población hizo suya al unísono.
- Actitud humilde sin confrontaciones con los adversarios políticos. Era notorio observar como el profesor Castillo no tenía una actitud virulenta como si lo mostraban sus adversarios políticos que arremetían incesantemente contra sus orígenes y experiencia sindical, sus competidores no atacaban sus propuestas; sino, rasgando posiciones ideológicas, trataron de hacerlo ver ante la población como el “portavoz de los terroristas”, además de “mentiroso” e “incapaz” y “blandengue”. Nada de eso lo daño, por el contrario, su actitud de campesino humilde se fortaleció más porque los ataques de sus adversarios se convirtieron en un efectivo bumerang.